Extraído de la novela de Arturo Uslar Pietri, La Isla de Robinson. 1981
“Chuquisaca
10 de Julio de 1826”
A Su
Excelencia el Libertador Presidente
Mi general:
… Entretanto que mañana y pasado le escribo a
usted sobre negocios públicos lo haré hoy respecto a Don Samuel. Siento tener
que decir a usted cosas desagradables de persona que usted aprecia, y a quien
solo por esta consideración he visto con un alto respeto. Don Samuel, como he
dicho a usted se ha disgustado porque el Gobierno y el Congreso se mezclan en
los negocios de educación y economía, porque dice que usted le ofreció que en
esto el tendría independencia absoluta de todos; de manera que el Gobierno
sería nada aquí, puesto que él lo comprende todo dentro de sus atribuciones como
Director económico. Dije a usted que fue a Cochabamba a planificar los
establecimientos de educación y beneficencia; y porque hizo cien desatinos
separándose arbitrariamente de los
decretos del Gobierno y se le desaprobó su conducta, pidió su pasaporte. Le
dije que no era eso motivo de irse, puesto que los decretos fueron revisados y
casi decretados por él antes de publicarse; pero que públicamente era deber del
gobierno sostenerlos; contestó que no, que se quería ir. He mandado por tanto
que le admitan la renuncia.
Vino luego aquí, y porque de mi orden se había
establecido una casa de mendigos se enojó, porque el Gobierno dizque no debía
hacer ningún establecimiento de beneficencia sin su consentimiento. En fin, ha
hablado de disparates que yo le he tolerado tranquilamente considerando que
tiene la cabeza de un francés aturdido. Luego que se resistió a continuar con su
encargo le dije que entregara al Coronel O’Connor lo que tenía bajo su
dirección respecto a edificios, y por supuesto que no ha dado nada sino el
Colegio de San Juan en muy mal estado, después de seis meses que su reparación
la tiene a cargo, y el Convento de San Agustín, que yo destiné a huérfanos,
medio destruido. Ha hecho diferentes faltas con suma grosería a O’Connor, que
las ha aguantado por respecto a usted sus francesadas llegan hasta haber negado
a O’Connor venderle unos instrumentos que estaba vendiendo públicamente.
“Había yo encargado a Buenos Aires dos buenos
Capitanes de artillería y llegó uno francés: lo fue a visitar y le dijo que no
admitiera tal plaza, porque de servir aquí un francés debería hacerlo con muy
buen sueldo: que él había renunciado su plaza de Director de estudios y que la
pidiera. La simpleza de Don Samuel hasta hablar a Infante con media insolencia
porque al tal Capitán se le haga Director.” Mas todavía a fuerza de diligencias
mías he conseguido que vengan de Buenos Aires unos veinte artesanos franceses e
ingleses, que son carpinteros, herreros y albañiles para trabajar en los
edificios del Gobierno en la nueva capital: de ellos cuatro ya están aquí, y
Don Samuel ha tenido la gracia de meterles tanto cuento y enredo en la cabeza
que ya tratan de irse sin siquiera haber preguntado todavía los artesanos al
gobierno las propuestas que se le hacen. De esto deducirá usted que yo tengo
mis buenas ganas que Don Samuel se acabe de ir con Dios, sin embargo de que nos
ha gastado unos doce a quince mil pesos, con la satisfacción de que no se irá
solo no habiendo hecho algo, sino dejándonos en peor estado todo, todo cuánto
se puso a su cuidado. Yo lo siento por Ud., pues sé que lo aprecia y que esto
le disgustará por cuánto usted lo nombró.
Me han dicho que debe dinero a varias personas
de lo que le han suplido para los gastos en los muchachos, mujeres perdidas y
holgazanes, que contra las órdenes más expresas mías, reunió en su casa y en la
que ha invertido ya doce mil pesos en los seis meses pasados de este año,
cuando mis órdenes fueron solo para reunir huérfanos. Le contesté, sin embargo
que me trajera su cuenta para que todo se pagara antes de irse, y aunque a mí
no me ha repuesto, se que exige que se pague a todo el cobre por él, aunque no
tenga cuenta ni documento. ¡Quiere ver usted una tal cabeza! En fin, hace doce
días que está en eso y nada presenta; y me dicen que está pidiendo dinero
prestado para librarlo contra usted., porque el dizque no debe someterse a
presentar cuentas al Gobierno.
“Al describir a usted todas las locuras de este
caballero tendría que ser muy largo usted pensará que yo estoy muy enfadado con
él y no es así. Considero a Don Samuel
un hombre muy instruido, benéfico cual nadie, desinteresado hasta lo sumo y
bueno por carácter y sistema; pero lo considero también con una cabeza
alborotada con ideas extravagantes y con incapacidad para desempeñar el puesto
que tiene bajo el plan que él dice y que yo no sé cual es; porque diferentes
veces le he pedido que me traiga por escrito el sistema que él quiere adoptar
para que me sirva de regla y en 8 meses no me lo ha podido presentar…
Antonio José de Sucre”